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| "Bilis negra | | En este cómic de Mario Markus, en un futuro no muy lejano, dos tendencias se enfrentan: los cientificistas y los ecologistas. 
El
cómic chileno tiene una existencia más bien subterránea, salvo el gran
clásico del género, Mampato. Librerías especializadas y lectores que
parecen formar parte de cofradías iniciáticas son parte esencial de su
caracterización. Abunda la historia satírica, con títulos como Star Mal
o Rasca Man, y últimamente la serie de Caleuche ha conquistado no pocos
lectores adolescentes. El cómic de ciencia ficción es mucho menos
frecuente por estas latitudes. La mejor serie escrita en este ámbito
por un chileno, El Incal Negro, pertenece a Alejandro Jodorowsky y fue
dibujada nada menos que por Moebius.
De manera que corresponde, a lo menos, destacar la valentía del físico Mario Markus, autor de Bilis negra,
para entrar en un territorio que cuenta con notables exponentes. El
dibujo es de Marcos Borkoski, más conocido como Fyto Manga, uno de los
más destacados del medio local. En un futuro no muy lejano, dos
tendencias opuestas se enfrentan en el mundo: los cientificistas, que
quieren mejorar el género humano incluso a través de la manipulación
genética, y los ecologistas, que quieren mantener pura la raza humana.
Ambas dan lugar a terribles abusos, excesos y persecuciones a escala
planetaria; la teleportación es el método favorito para viajar, pero
quienes huyen están obligados a usar máquinas clandestinas. Y aquí se
inicia realmente la historia, que da pie a una especulación a caballo
entre la ciencia, la filosofía, el esoterismo y la teología: la
pregunta de Markus se refiere, nada más y nada menos, a la existencia o
no del alma. Y aunque es interesante el desarrollo, por una parte da la
impresión de que son demasiadas ideas para una sola historia, y, por
otra, que el autor escogió desarrollar la más abstracta y menos
seductora para el público juvenil, el obvio destinatario de este cómic.
Algunas reiteraciones innecesarias en el relato y la intención
pedagógica de muchas intervenciones del narrador dan a Bilis negra
cierta pesadez y lentitud, sobre todo a partir de la mitad. Pero, sin
duda, es un buen esfuerzo, y el texto final, en el que Markus sostiene,
basado en evidencia científica, que la teleportación es posible, es muy
interesante. Rodrigo Pinto.
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